Una noche en el cementerio [LIBRE]

Llevaba una semana o dos tirado en ese lugar, en ese mausoleo, durmiendo, o simplemente mirando al techo, sin comer ni ver la luz del sol. Mi espada azul estaba a mi lado, al parecer, tan bajo en energía como yo. Esa noche me había despertado y no me había movido, aunque oí los indicios de tormenta. No me moví aunque se empezó a inundar el lugar. Entonces, un joven chico se adentro en el lugar. Me dí cuenta de mi error al oír su voz femenina.

Entonces, me senté, y al parecer no se dio cuenta de mi presencia, pero no dudo en que lo notó cuando le conteste a su afirmación; prácticamente un susurro que no llegue a oír apenas. -Te equivocas, chiquita. Los muertos, más que ningún otro ser, siente frío. Es un duro y cruel frío el que sienten los fallecidos. Es un frío, que acompaña a la eterna oscuridad de la muerte; un frío... Que no querrás sentir nunca.-

Con esto, me volví a tumbar, y le dije de nuevo. -Y si tienes envidia, solo pídemelo, y yo te llevo con la muerte.- Más no dije, y me tumbe de nuevo, poniendo mis manos tras mi cabeza y cerrando mis ojos. Mi tono era algo distante e indiferente. Y como toda precaución es buena, mi espada no andaba lejos.

No hice ningún movimiento, ni siquiera dí indicio de que la estuviese escuchando. Pero si lo hice, ya que cuando termino de hablar, me incorporé de nuevo, sentándome mirándola con una aire ciertamente molesto también. -Que poca educación tenéis los jóvenes hoy en día... Cuando preguntas a alguien quien es, se introduce uno mismo antes; además, no te incumbe quien sea yo.- Con esto, imposible de conciliar el sueño de nuevo, me levanté.
Cogí mi espada y me puse la parte que no cortaba en mi hombro, mientras la miraba con mis ojos de color azul. -No me costaría nada, ni me sabría mal matarte ahora mismo, pequeña.- Le dije, haciendo un leve movimiento con mi muñeca, haciendo que la espada girase con el movimiento de mi mano y, con mi mano extendido, terminase la hoja, por la parte afilada en su cuello.

-No me dejaría un mal sabor de boca, ni me costaría un gran esfuerzo mandarte a Oblivion.- Oblivion era al lugar donde iba todo aquel a quien olvidasen. O sea, alguien no muere hasta que le olviden por completo, entonces, es mandado a oblivion, el lugar donde nada se recuerda ni siquiera ha dejado huella para que se supo que tuvo una existencia alguna vez.
Lo que quería decir con esto, es que la podría matar, y olvidarme de ella, y seguramente hacer como si nunca hubiese existido; por lo que, para mi al menos, estaría en Oblivion. A ver como se lo toma. Mi cara expresaba cansancio. Pero no un cansancio físico, sino en general. No expresa emoción ninguna en este instante, y tenía un aire resentido... Odio la vida.